En el tiempo de Adviento María es siempre una presencia llena de significado. La madre que espera, la mujer que acoge la palabra, la muchacha que arriesga, la amiga que ayuda, la creyente que calla y medita. Todo esto lo encontramos en María. Que se convierte en espejo en el que mirarnos. Porque también nosotros necesitamos acoger, arriesgar, servir y dejar que la buena noticia sea semilla que arraigue en la tierra que somos. Dos miradas a María pueden ayudarme hoy a pensar en mi propia forma de estar en Adviento. La mirada a la mujer que habla y la mirada a la mujer que ama.
La mujer que habla
Pocas veces hablas en los evangelios, y sin embargo tus palabras son rotundas, definitivas, inapelables. "Hágase", "No tienen vino", "Haced lo que él os diga". Y, sobre todo, ese "Magníficat" que es un himno de libertad, de justicia y de alabanza. También nosotros hablamos. En familia, en el trabajo, entre amigos… Hablamos de otras personas. De política, de fútbol, de cine… Hablamos de lo que nos preocupa o lo que nos entretiene. Quizás también - ojalá- de Dios. Hay mucho poder en las palabras. Poder para herir y sanar, para levantar y para derribar. Ojalá, María, aprendamos de ti a hablar con verdad.
La mujer que ama
Desde el momento en que dice sí, María vivirá volcada en ese hijo que ahora es promesa y un día será maestro. Ella se convertirá en novia cuestionada, en madre joven, en guía de la comunidad, en primera creyente. Y todo ello desde el amor profundo y auténtico por ese Hijo al que sigue, pero no controla, al que quiere, pero no domina, al que enseña, pero no agota. El amor es así, es la capacidad de darse sin atar, de querer sin poseer. El amor es capaz de pasar por tormentas y por días claros. Ojalá, María, aprendamos de ti a amar con verdad.
Extracto de un artículo en "Pastoral SJ"
1° Domingo: 27 de noviembre
"Estén despiertos, estén también ustedes preparados,
porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que menos esperan."
(Mateo 24:44)
"Yo, en verdad, los bautizo a ustedes con agua para que se conviertan,
pero aquél que viene detrás de mí es más poderoso que yo,
a quien no soy digno de quitar las sandalias."
(Mateo 3:11)
"En verdad les digo que entre los nacidos de mujer
no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista; sin embargo,
el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él."
(Mateo 11:11)
"No tengas miedo de llevar a María, tu mujer, a tu casa."
(Mateo 1:20)
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