Pentecostés se celebra el séptimo domingo o 50 días después de la Pascua y cierra el tiempo de Pascua. Esta fiesta tan importante del año litúrgico es una oportunidad para que los cristianos recuerden cómo el Espíritu Santo fue dado a los discípulos después de la ascensión de Jesús, dándoles poder para comenzar la misión de hacer discípulos de todas las naciones, como se describe en los Hechos de los Apóstoles.
El protagonismo del Espíritu Santo en la actualidad
Los asustados apóstoles fueron transformados por el Espíritu Santo en valientes testigos de Cristo. Se les concedió el don de proclamar el Evangelio en todas las lenguas y aquel día se bautizaron y convirtieron 3.000 personas. Desde estos humildes comienzos, la Iglesia de Cristo se extendió a todos los países, por lo que consideramos Pentecostés como el nacimiento de la Iglesia. Desde entonces, el Espíritu Santo ha guiado y fortalecido a la Iglesia y sigue haciéndolo hoy.
Implicaciones personales
Pentecostés nos da la oportunidad de reflexionar sobre cómo vivimos cada día.
Pentecostés nos invita a vivir del Espíritu y a pedir al Señor que nos llene de nuevo de su poder.
Los siete dones del Espíritu Santo
El día de Pentecostés, los Apóstoles recibieron el Espíritu Santo, un poder que les permitió dar testimonio de Cristo sin miedo.
Santo Tomás de Aquino, en su Suma Teológica, enumeró los siete dones del Espíritu.
Todos estos dones están estrechamente relacionados entre sí. Los recibimos el día de nuestro bautismo.
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