El Miércoles de Ceniza, primer día de la Cuaresma, está marcado por la imposición de la ceniza: el sacerdote coloca una pequeña cantidad de ceniza en la frente de cada fiel, como signo de la fragilidad del hombre, pero también de la esperanza en la misericordia de Dios.
La ceniza se aplica en la frente para llamarnos aún más claramente a la conversión, precisamente por el camino de la humildad.
Hoy, la penitencia se resume en la oración, la limosna y el ayuno. Hoy en día, el ayuno en la religión no sólo significa privarse de la comida, sino comprender su significado. Por ejemplo, significa ponerse en la piel de una persona en la tierra que vive con lo mínimo y, por tanto, permite tomar conciencia del mundo actual.
El Miércoles de Ceniza es un momento de arrepentimiento, de unión con el Señor y de celebración de sus alabanzas.
Una vida según el Evangelio es una vida bajo la mirada del Padre, implica la puesta en práctica de las exigencias del Reino. Dejar que la gracia actúe en sí misma. Entre las dos exigencias de la conversión y de la vida según el Evangelio, Pablo pone el hito que falta con la ayuda de dos fórmulas que se ofrecen a nuestra meditación:
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