En un momento de intenso recogimiento, el padre Cestac “creyó ver” los estragos indecibles causados por las potencias del mal. Sintió vivamente la necesidad de la oración a la Virgen María, Reina de los Ángeles. La Virgen le inspiró esta súplica: “Reina de los cielos y señora de los Ángeles"…
(13 de enero de 1864 - Oración concedida por Pío X el 8 de julio de 1908)
Reina de los Cielos y Señora de los Ángeles,
que has recibido de Dios,
el poder y la Misión de aplastar la cabeza de Satanás,
te pedimos humildemente,
que envíes a las legiones celestiales para que, por tu mandato,
persigan a los demonios, los combatan en todas partes,
repriman su audacia y los devuelvan al abismo.
¿Quién como Dios?
¡Oh, buena Madre!
Tú serás siempre nuestro amor y nuestra esperanza.
¡Oh, Madre Divina! Envía a los santos Ángeles
para defendernos y rechazar lejos de nosotros al cruel enemigo.
Santos Ángeles y Arcángeles, defendednos y guardadnos.
Reina de los Cielos y Señora de los Ángeles.
Buscando un lugar para acoger a las jóvenes, el Padre Cestac fue en peregrinación al Santuario de Buglose (en las Landas) para pedirle 50.000 Francos. Pero, he aquí el mensaje que recibió de la Virgen María: “No me pidas otra cosa que mi espíritu”! Fue una revelación que le siguió iluminando el resto de su vida.
¡Oh sí! La más tierna de las Madres,
dame tu espíritu.
Es lo único que te pido,
todo lo demás me será dado por añadidura.
Concede tu espíritu a tu obra
y a todas las almas que te dignarás llamar.
Pues, si tenemos tu espíritu, poseeremos todo.
Será este espíritu de Sabiduría y de caridad que dirigirá tu obra;
o mejor, serás tú misma quien la dirigirás por medio de tus siervas.
Te damos gracias por todas las gracias,
todos los beneficios, todas las bendiciones
que no cesas de derramar sobre nosotras, Oh santa madre.
Tú que eres tan buena, tan compasiva para con nosotras,
continúa con tus admirables bondades.
Queremos vivir siempre unidas en tu corazón,
no tener más vida que en ti.
Sé siempre la llena de caridad, la llena de bondad para con nosotras.
Virgen María te entregamos toda nuestra vida,
la ponemos en tus manos.
Sé siempre nuestra guía,
condúcenos en todo.
Dirige nuestro espíritu con todos sus pensamientos,
nuestro corazón con todos sus afectos,
nuestra alma con todas sus fuerzas.
Dispón de nosotras, haz con nosotras todo lo que quieras.
Obra como Soberana Maestra.